A la primera rosa la descuidé y se la llevó otro, entonces no tuve otra opción que aceptar que esa rosa merecía continuar adornando el mundo con su silueta.
La segunda rosa a la que le hablaba día y noche desapareció, entonces decidí no buscarla más.
A la tercera rosa la cuidé tanto y se puso tan hermosa que también vino otro y se la llevó, pero estando en esas manos se marchitó y pretendió volver a mi para volver a florecer.
Finalmente en aquel momento solo razoné que no importaba lo que hiciera, que cualquier rosa sería pasajera, pero si en algún momento llegaba a mis manos una nueva, le daría todo e incluso más de lo me quedaba.

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